La alfarería de la cultura El Molle es la primera que se conoce en el Norte Chico. Fue fabricada por comunidades que habitaban las quebradas altas y los valles entre Copiapó y Limarí, que combinaban la caza y la recolección con cultivos y ganadería incipiente de camélidos. Su cerámica y sus cementerios presentan diferencias regionales, pero comparten a través de este territorio, el uso del tembetá (un adorno labial), la forma de sus pipas de cerámica y de piedra y el conocimiento de la metalurgia de cobre y oro.
La cerámica más fina suele encontrarse como ofrenda funeraria. Se caracteriza por su buena factura, el color marrón o negro de sus superficies y por estar muy bien pulida. Excepcionalmente hay ejemplares de color rojo o con aplicaciones modeladas. La decoración es principalmente grabada o pintada, con motivos de bandas achuradas, zigzag, líneas y triángulos escalonados. En Copiapó y Huasco, predominan las vasijas negras con formas de cántaros de base apuntada, los vasos, los cuencos y los tazones. En cambio, en los valles del Elqui y Limarí, hay botellas con doble gollete y asa puente, vasos altos y vasijas en forma de calabazas, de animales o de aves.
Se postula que ciertas formas y estilos decorativos de la cerámica El Molle están inspirados en la alfarería de las culturas del noroeste argentino de esta época, como Condorhuasi, Ciénaga o Candelaria. Es el caso de los vasos altos y los animales representados y entre los diseños, el motivo escalonado de las piezas negras y rojas pulidas. Incluso, se registran objetos idénticos a los que se encuentran al otro lado de la cordillera, como algunos ornamentos de cobre y oro, que sugieren relaciones de intercambio cultural sostenidas en el tiempo.