Esta figura humana de arcilla de sexo masculino, pertenece a la cultura Manta, que floreció en la costa del Ecuador, entre 800 y 1534 DC. Esta cultura es conocida por su desarrollado arte cerámico, la orfebrería y el comercio marítimo. También mantenían una conexión especial con el mar y los objetos que creaban reflejaban a menudo sus creencias y prácticas sociales y espirituales.

La figura se encuentra de pie, erguida, con las piernas unidas en el centro y los brazos estirados a los lados. Sus hombros son prominentes, y el color de la arcilla es un tono gris café.

Lo que hace a esta figura especialmente interesante es su “desnudez ataviada”. Aunque no lleva ropa, su cuerpo no está desnudo en un sentido tradicional. La gente de esta cultura marcaba sus cuerpos con pinturas, tatuajes, escarificaciones (incisiones en la piel para generar cicatrices) o agregaban accesorios como tocados y otros ornamentos. Estas marcas representaban la identidad, los sentimientos, las experiencias e historias del individuo.

La figura Manta es un ejemplo vívido de estas prácticas. Muestra una serie de dualidades: una mitad del cuerpo está decorada, mientras que la otra mitad está completamente desnuda. La cabeza está adornada con varios elementos distintivos.

Este objeto nos da una visión de las complejas prácticas de adorno corporal en la cultura Manta. Es un recordatorio de cómo la apariencia puede ser mucho más que superficial; puede ser una manifestación visible de lo que una persona o una cultura encuentra significativo e importante.