El huipil es una prenda femenina de uso generalizado entre el pueblo maya de Mesoamérica y como tal tiene gran continuidad desde tiempos precolombinos. Su nombre viene de huipilli, que en lengua náhuatl significa ‘mi tapado’. Esta prenda se difundió a las tierras mayas guatemaltecas desde el centro de México junto al intenso comercio que existía en esta región siglos antes de la conquista española. El huipil cotidiano suele llegar a la cintura, es sin mangas y normalmente va metido bajo el ‘corte’,  que es la falda que se enrolla en las caderas sujeta con una faja. El huipil  que se viste en festivales y ceremonias, llamado también ‘sobrehuipil’, es más largo y va por encima del corte, y recuerda la indumentaria de las nobles señoras mayas de la antigüedad. 

Los más antiguos huipiles en esta región guatemalteca se remontan  a 1500 años atrás. En la cerámica de la cultura Maya hay representaciones de  mujeres de la élite ataviadas con una túnica suelta sin mangas que a veces llegaba hasta los tobillos. Desde entonces, el huipil mantienen la misma forma cuadrada o rectangular y la tecnología textil empleada para realizarlo, basada en el uso del telar de cintura. A partir del siglo XVI, esta prenda se transforma a raíz de las influencias europeas, incorporándose al algodón nuevos materiales para su confección, como la seda,  y el uso del telar de pie de origen hispano. 

El huipil tradicional maya tiene una enorme variedad de estilos decorativos que representan la identidad de las mujeres de cada pueblo de esta región.  El huipil es un emblema de identidad y también de posición económica, es la prenda que permite a sus portadoras conservar y transmitir por generaciones su sentido de pertenencia étnica y social. En sus materiales, técnicas de ejecución, colores e inmenso repertorio decorativo, el huipil encierra profundos significados sobre las particulares visiones del mundo, las geografías sagradas, los mitos y las costumbres de la mujer maya. 

Citando a una antropóloga maya-quiché, “el vestir nuestra indumentaria regional [como el huipil] implica, más que un derecho cultural, un acto político de autodeterminación como Pueblo (…) es una muestra de resistencia histórica y cotidiana que las mujeres mayas hemos creado y recreado para seguir manteniendo y trasmitiendo nuestra cultura”.