Los llamados Ucháb o ‘vasos para beber’, son verdaderos códices que narran de manera extraordinaria los acontecimientos del mundo Maya. A través de sus imágenes, escenas y glifos o ideogramas representados, cuentan de cosas cotidianas o de la vida diaria de sus gobernantes. Otros vasos, como en este caso, nos hablan de cosas menos triviales.

En este vaso, vemos al viejo Dios Creador, Itzamná, conversando con un joven que parece recibir los consejos de la anciana deidad. Se reconoce a Itzamná por su tocado que lleva el glifo akbal, que significa Noche. Tiene un enorme ojo redondo de serpiente y una nariz aguileña. Su boca con escasos dientes, las arrugas de la cara y su espalda encorvada, reflejan su vejez. Está ataviado como un señor, con gran tocado, tobilleras y muñequeras. En su pecho lleva un collar con una máscara humana. En su mano derecha levantada, lleva un cigarro.

A sus espaldas, ocurre una escena de lo más extraña. Un ratón gigante trepa por una guirnalda florida, mientras un ser con una mandíbula descarnada sostiene a una garza desde su largo pico. Detrás del ave, una gigantesca rana de manchas negras devora a un animal.

El ave, el sapo y el hombre de quijada descarnada nos indican que Itzamná, está de visita en el Xibalbá, el mundo de los muertos. Pero al dios creador no parecen importarle esos extraños acontecimientos que esos inusuales seres protagonizan. La lección hacia el joven parece ser su principal preocupación.