La fabricación de pequeñas esculturas humanas en arcilla fue una tradición muy arraigada en América precolombina. Las más antiguas de estas obras proceden de las primeras comunidades aldeanas de la cultura Valdivia, en la costa del Ecuador, y datan de hace unos cinco mil años. La mayoría de estas figurillas representan a mujeres y se las ha relacionado con el culto a deidades agrícolas dentro de una sociedad de tipo matriarcal. Los estilos de las figurillas humanas varían a lo largo de los más de dos mil años que tuvo esta tradición, siendo más abstractas las más antiguas y con mayor naturalismo y detalles fisonómicos las más recientes. Los rasgos que en estas figurillas se destacan parecen significar las distintas etapas del desarrollo sexual y el rol social de las mujeres en estas antiguas comunidades agrícolas: cabezas rapadas, senos pequeños y vello pubiano en las púberes y adolescentes; peinados complejos, representaciones completas del cuerpo y maternidad, en las adultas.

Muchas de las figurillas Valdivia que se conocen no se sabe de dónde provienen exactamente ni cuál fue su contexto de origen. Afortunadamente, en algunos sitios arqueológicos de la costa ecuatoriana se han encontrado ejemplares de estas piezas que han podido ser estudiadas de manera científica. Estos registros indican que en su gran mayoría aparecen entre las basuras de las viviendas domésticas de las aldeas Valdivia, por lo general, incompletas o rotas intencionalmente y descartadas junto a restos de ollas cerámicas, alimentos varios, huesos e instrumentos de piedra. Estas evidencias han llevado a los investigadores a plantear la hipótesis de que la acción de quiebre y descarte de estas estatuillas femeninas fueron parte de una tecnología ritual, probablemente asociada a ceremonias vinculadas con la fertilidad, la ofrenda y el sacrificio o a ritos de iniciación celebrados en contextos íntimos y familiares.