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Cuando observar conchitas en la playa nos da más señales de lo que pensamos

El Spondylus, un pelicípodo que posee una fuerte concha con espinas exteriores, es una especie muy sensible a los cambios de temperatura de las corrientes oceánicas, como el Fenómeno de el Niño, por lo que migra durante esta temporada estival. Sus vestigios tienen mucho que decirnos respecto a cómo la observación de la naturaleza y de nuestro entorno puede complementar a la ciencia, ayudando a anticipar fenómenos climáticos como “El Niño” y llegando a prever desastres naturales como sequías e inundaciones. En este artículo, desarrollado por el Museo Chileno de Arte Precolombino, te contamos más sobre lo que implicó el Spondylus para las sociedades costeras y andinas de los Andes del norte.

Una de las actividades que tal vez más nos remiten al verano son las caminatas por el borde costero, observando o recolectando conchas, algas y una diversidad especies marinas de tamaños, formas y colores que habitan en la zona intermareal o que llegan a varar a la playa cuando baja la marea.

Mapa de la región donde suele habitar el Spondylus

Pero ese gesto de observar y recolectar conchitas –que en estos meses estivales hoy nos parece tan cotidiano y natural– ha sido una práctica transversal para una multiplicidad de pueblos y sociedades cuya vida estuvo, y en muchos casos sigue estando, arraigada al mar y a sus recursos.

Hoy te queremos contar sobre un bivalvo migrante que habita en los fondos marinos desde baja California hasta Ecuador. Se trata del Spondylus, un pelicípodo que posee una fuerte concha con espinas exteriores, y de llamativos tonos anaranjados y violetas. El Spondylus tiene la particularidad de que, además, es una especie muy sensible a los cambios de temperatura de las corrientes oceánicas. Es por eso que cuando percibe estas variaciones térmicas inicia un viaje migratorio al sur, llegando incluso a la costa del Callao, en Perú.

Concha de Spondylus. Créditos: Museo Chileno de Arte Precolombino

Es muy probable que esta trayectoria y migración del Spondylus fue observada atentamente por las sociedades antiguas de los Andes desde fases tempranas, pasando por culturas formativas (1800-200 a.C), la cultura Paracas (700 a.C-100 d.C), el reino Chimú (900-1470 d.C), el imperio Inca (1470-1532 d.C), hasta comerciantes y pescadores que habitaron esta zona por miles de años. Sus vestigios, por lo general, recopilados en restos arqueológicos y crónicas coloniales, tienen mucho que decirnos respecto a cómo la observación de la naturaleza y de nuestro entorno puede complementar a la ciencia, ayudando a anticipar fenómenos climáticos e incluso llegando a prever desastres naturales como las sequías e inundaciones que hoy estamos viviendo.

Pero antes de entrar de lleno en el ámbito de este evento climático, queremos invitarte a conocer qué implicó el Spondylus para estas sociedades costeras y andinas.

El mullo o Spondylus en la iconografía

Mullo fue el nombre en quechua para la concha del Spondylus, y para las sociedades que lo utilizaron se consideraba como “la hija del mar”. Para obtener esta concha que habita en los fondos marinos, las primeras culturas formativas hasta los tardíos Chimú tenían entre sus integrantes a grandes buceadores, quienes se sumergían de 15 a 50 metros de profundidad para obtener la concha. La relevancia de la práctica del buceo en estas sociedades quedó registrada en diversas manifestaciones artísticas Chimú, como figuras de buzos y escenas de pesca del Spondylus en relieves, halladas en Chan Chan, capital del reino Chimú.

Relieve tallado en piedra representando una divinidad Chavín cogiendo las conchas marinas Spondylus y Strombus. Créditos: Colección Museo Nacional Chavín, foto por Miriam Kolar.

El Spondylus poseía un alto valor simbólico y ritual para estas sociedades. En la región andina, durante miles de años la concha se utilizó de manera ritual, como una ofrenda a las divinidades con el propósito de invocar la fertilidad en torno a las fuentes de agua. Además, fue una importante materia prima para crear adornos, cuentas, incrustaciones y diversos objetos de lujo. Conocemos esta diversidad de usos del Spondylus a través de piezas arqueológicas, como hermosos collares, tocados y figurillas de adoración ritual, algunas de las cuales custodia la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino en la Sala “América Precolombina”.

Un collar de conchas de Spondylus, costa sur del Perú, Créditos: Museo Chileno de Arte Precolombino

Pero también, se han encontrado iconografías de Spondylus en piezas elaboradas en metal Chimú, o en el templo de Chavín de Huantar. Allí, por ejemplo, se representa una deidad que sostiene un Spondylus en su mano izquierda. Todo esto nos habla de la relevancia y transversalidad del uso y conocimiento de la concha del Spondylus durante milenios, el cual sigue vigente entre curanderos de comunidades costeras de Perú.

Un viajero migrante

En ciertos períodos, era posible encontrar la concha del Spondylus fuera de su hábitat común. Cuando los Chimú y otras sociedades costeras y andinas percibían este movimiento –que respondía a la migración del Spondylus por las variaciones térmicas de las corrientes marinas– sabían que ello implicaba un cambio drástico en el clima. La presencia del Spondylus en zonas donde no se solía encontrar con frecuencia (como la costa peruana) era el primer signo de un próximo desastre natural, que los habitantes de este territorio rápidamente asociaron a fuertes períodos de lluvia, los cuales, en zonas tan áridas como es la costa de los Andes centrales, tenía graves repercusiones como inundaciones, la destrucción de los campos de cultivos y de sus asentamientos. De hecho, con el tiempo y la aculturación, fueron los pescadores de la costa norte del Perú quienes bautizaron a la corriente cálida bajo el nombre que hoy lo conocemos: “El Niño”, ya que aparece generalmente en el mes de diciembre, cuando se celebra el nacimiento del niño Jesús.

El cambio de hábitat del Spondylus durante temporadas específicas fue detectado, registrado e interpretado por las comunidades involucradas en su recolección, comercio, pesca, también en la confección de objetos decorativos a partir de esta colorida concha. Curiosamente, el Spondylus fue el objeto más buscado y utilizado para suplicar y buscar el amparo de las divinidades, cuando urgía mitigar los efectos de los desastres ambientales anticipados por la migración del Spondylus.

Una joya chimú hecha con cuentas de Spondylus. Créditos: Museo Chileno de Arte Precolombino

El Spondylus como puente entre tiempos y epistemologías

Este evento que por milenios estuvo conectado a la migración de la concha, hoy lleva un nombre que a la mayoría nos resulta conocido: el Fenómeno del Niño. Gracias a las diversas disciplinas y avances de las tecnologías en torno a la climatología, sabemos que El Niño/Oscilación del Sur (ENOS) es un fenómeno natural asociada a cambios en la atmósfera que se caracteriza por la fluctuación de las temperaturas del océano en la parte central y oriental del Pacífico ecuatorial. Este fenómeno tiene una gran influencia en las condiciones climáticas de diversas partes del mundo, como el aumento de la temperatura y el incremento de la pluviosidad en Sudamérica, el sur de los Estados Unidos, el Cuerno de África y Asia Central.

Los avances de la ciencia nos han otorgado la capacidad de anticipar, responder y adaptarnos, en parte, a los efectos del fenómeno del El Niño, el cual hoy es considerado por la Organización Meteorológica Mundial como uno de los eventos climáticos más relevantes y con mayores efectos devastadores que hoy estamos viviendo.

Devolverle agencia a la  observación y conocimiento que tuvieron las comunidades costeras, como los buzos que se sumergían a recolectar la concha del Spondylus, es fundamental para aproximarnos a los desafíos que nos presentan eventos climáticos como sequías e inundaciones. Los saberes interconectados con el entorno que se basan en observar y captar huellas en la arena, roqueríos y fondos oceánicos, junto a los avances de la ciencia y nuevas tecnologías pueden trabajar en conjunto para comprender y prepararnos mejor ante la impredecible variabilidad de los ciclos de lo que llamamos naturaleza.

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