El bosque se vuelve inseparable del canto de Chevugi, un hombre de alrededor de 100 años, el habitante más antiguo de la comunidad Aché, que encuentra en el monte su fuente de vitalidad y lo atraviesa casi de memoria acompañado por su familia. La naturaleza también se hace presente y parece responder con el viento y el ruido de las ramas de los árboles el aire de esos acontecimientos.