La cerámica de la cultura Diaguita, que habitó el Norte Chico entre los siglos X y XVI, es conocida especialmente por sus escudillas y cuencos pintados con abigarrados diseños geométricos que alcanzan una regularidad y complejidad que sorprende. Estos diseños consisten en un repertorio limitado de motivos pintados en rojo, blanco y negro, aplicados en bandas generalmente horizontales en las paredes exteriores de las vasijas. Comprenden sucesiones de líneas, líneas con puntos, variedades de escalonados, ganchos y espirales. Estos motivos son combinados a veces con representaciones estilizadas de tipo zoomorfo y antropomorfo.
Las bandas están realizadas sobre el fondo rojo de las vasijas y delimitadas por una línea negra. En ocasiones, estas son continuas, en otras, solo ocupan tres cuartas partes de la pieza cuando acompañan rostros de felinos, de aves o humanos modelados. Los motivos conforman diseños regulares y continuos bajo principios de simetría. Entre ellos destacan el zigzag y las ondas que se encuentran desde el inicio de la tradición alfarera Diaguita, mientras que las cadenas y algunos zigzag dobles combinados con escalonados, pestañas y puntos, aparecen durante el período clásico de esta cultura.
Los diseños se repiten de manera monótona con solo unos pocos patrones e inducen sensaciones de uniformidad y vibración, pero al observarlos detenidamente hay sutiles variaciones, ya sea en las formas del motivo, en su color y en su cantidad y combinaciones. Es difícil encontrar una pieza igual a la otra, dando la impresión que el valor de la cerámica Diaguita residía en su carácter único, como si su función y destino fuera producto de la acción individual de su creador o creadora.