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Entrevista a Heman’y Molina: el largo camino por reconocer al pueblo Selk’nam

El pasado lunes 4 de septiembre, la Cámara de Diputados aprobó el tercer trámite para modificar la Ley 19.253 –más conocida como Ley indígena– la que considerará como parte esencial de las raíces de la Nación chilena y del territorio al pueblo Selk’nam. Así, con esta modificación legal pasan a ser reconocidos y valorados en el territorio el pueblo Mapuche, Aymara, Rapa Nui o Pascuense; Atacameño, Quechua, Colla, Diaguita, Chango del norte del país; Kawashkar o Alacalufe y Yámana o Yagán de los canales australes y el pueblo Selk’nam. Fueron 8 años de arduo trabajo para que la Corporación Selk’nam Chile lograra este hito. Hoy, su dirigenta, Heman’y Molina, cuenta el proceso de reunir a las familias Selk’nam que estaban dispersas por todo Chile para comenzar a organizarse, y también, las implicancias que tendrá para el país y su comunidad esta modificación de la Ley Indígena que deja de considerar a los Selk’nam como extintos y los reconoce como pueblo vivo.

Junto a la Corporación Selk’nam Chile, usted lleva más de 8 años intentando que su pueblo sea reconocido por el Estado. ¿Por qué ha sido tan extenso y difícil este proceso?

Es algo que todavía nos preguntamos. Nosotros mismos nos hacemos la pregunta de por qué ha sido tan difícil. En 2015 partimos trabajando junto a un grupo de familias Selk’nam, y ante la imposibilidad de formar una asociación indígena (dado que nuestro pueblo no contaba con el reconocimiento de la Ley indígena) tuvimos que crear una comunidad de fortalecimiento cultural. La llamamos “Covadonga Ona”, en homenaje a una niña Selk’nam que fue raptada de Tierra del Fuego a fines del siglo XIX, para ser llevada como servidumbre a la casa del alemán Rodolfo Stubenrauch. Por las mismas razones, formamos luego una corporación sin fines de lucro para que operara bajo el marco legal chileno. Esa es la actual Corporación Selk’nam Chile.

En ese contexto, el año 2019 dimos inicio a un arduo trabajo con el apoyo del asesor Ariel León, con reuniones con políticos y comunidades. En paralelo, se activó un extenso estudio de caracterización ejecutado por la Universidad Católica Silva Enríquez y la Universidad de Magallanes, que otorgó el peso necesario para validar que nuestro pueblo está vivo.

Todo esto nos llevó a enfrentar muchas problemáticas bastante anexas que aún no logramos explicar. Por ejemplo, ¿por qué tras ser aprobado nuestro proyecto de Ley en la cámara de Diputados fue a dar a la comisión de Gobierno? De ahí tuvimos que continuar a la Comisión de Derechos Humanos y curiosamente nos dicen que tenemos también que pasar por la Comisión de Hacienda; además de un tercer trámite por indicación del Ministerio de Desarrollo Social y Familia para modificar la Ley Indígena.

Ha sido un proceso especialmente complejo, pero lo hemos tomado con altura de miras. Eso nos permitió ir superando cada una de las etapas con la mejor disposición posible, cumpliendo todo lo que no se nos pidió.

¿Por qué fueron tan decisivos los resultados que arrojó el estudio de caracterización del pueblo Selk’nam? ¿Cómo impactó ese estudio en su comunidad?

Todo lo que aparece en ese estudio nosotros ya lo sabíamos. Siempre supimos quiénes somos, para dónde vamos y hacia dónde estamos trabajando. Pero esta caracterización –que nosotros solicitamos al inicio de los trámites puesto que sabíamos que era algo necesario y que otros pueblos como diaguitas y changos también habían pasado por este proceso para obtener su reconocimiento– nos dio la visibilidad académica, social y política que requeríamos. Porque para estos círculos, nuestras palabras no tenían peso, no nos creían. Entonces el estudio de caracterización es la prueba fehaciente de que el pueblo Selk’nam está vivo. Y al ser un estudio financiado y encargado por el Estado, no se puede dudar de los resultados. Fue el argumento más sólido y decisivo para seguir avanzando con nuestro proceso.

Se puede imaginar que esa validación (estudio de caracterización) generó sentimientos encontrados…

Sí, es contradictorio, pero nosotros sabíamos que tenía que suceder de esa manera. Para nosotros este estudio es muy importante, porque ayuda a dilucidar los procesos vividos del pueblo Selk’nam del lado chileno de Tierra del Fuego, puesto que la mayor parte de la historiografía acerca de estos procesos contemporáneos se ha desarrollado en Argentina. En Chile existe muy poco material. Y ya es tiempo de dar a conocer todos los vejámenes de los cuales fue víctima nuestro pueblo.

Por otra parte, el estudio tiene una sección importantísima, que son las conclusiones y recomendaciones. Esto consiste en orientaciones que se entregan para llevar a cabo el proceso de integración y de acreditación desde la ley y en la sociedad chilena, de manera que se ajuste a las necesidades de nuestro pueblo. Las recomendaciones son importantes, porque definen el apoyo sicológico que deben recibir las comunidades Selk’nam. Nosotros hemos hecho mucho hincapié que deben realizarse estudios de oralidad familiar, que todas las familias que soliciten este certificado de calidad indígena, deben tener sus propios estudios familiares. Si el proceso no se hace bien, la acreditación puede tener un impacto negativo para la comunidad.

¿En qué sentido puede ser negativa la acreditación para la comunidad?

Este proceso implica abrir heridas, son procesos muy dolorosos. Cuando iniciamos los estudios familiares en 2016, junto a la UCSH, tuvimos que mirar de frente esas historias familiares, abrir recuerdos e historias muy grandes. Somos un pueblo que no tiene conexión territorial por condiciones ajenas a nosotros, porque nos separaron de forma violenta. Algunas personas se fueron a Argentina cuando cerró la misión de isla Dawson, o se mimetizaron en la misma zona, incluso en las mismas estancias de Tierra del Fuego, donde muchos se vieron forzados a negarse a sí mismos para sobrevivir. La chilenización y la homogenización fue tan fuerte en la zona que para vivir necesitaron pasar inadvertidos. El pueblo Selk’nam perdió de vista a su gente. Tampoco hubo búsqueda del repartimiento de niños en Punta Arenas, ni de los secuestros de niños, como el caso de Covadonga Ona, una niña secuestrada de Tierra del Fuego y entregada para ser parte del servicio doméstico. La gente que sobrevivió nunca dijo nada por miedo. Nosotros hemos andado por todo Chile y gracias a la tecnología nos reencontramos y hemos levantado una memoria común, colectiva. Nos dimos cuenta que hay una identidad que nunca murió y eso nos ha llevado a este proceso de reconocimiento que hoy tenemos. Nosotros hemos reconstruido esta historia, hemos hecho un duelo, hemos reído y hemos llorado, porque no es fácil. Con la ley, muchos más Selk’nam se animarán a acreditarse y ahí serán fundamentales los apoyos psicológicos.

¿Qué nos falta entender a los chilenos sobre el pueblo Selk’nam? ¿Quiénes son los Selk’nam hoy?

¡Les falta entender todo! Es lamentable cómo las mallas curriculares y la prensa siguen mostrando al pueblo Selk’nam a través de un imaginario colectivo que dejó de existir hace muchísimo tiempo. Ya en el tiempo en que Gusinde fotografió a los Selk’nam, recreó en su trabajo una vida natural que para entonces estaba en el recuerdo. Falta que el sistema se involucre con nosotros y falta también empatía. Mucha gente se niega a reconocernos como Selk’nam porque esperan encontrar un indígena vestido con pieles y flechas, el cuerpo pintado y haciendo rituales. A la gente le impacta que estemos mimetizados, que seamos personas normales. Sin embargo, aceptan que el resto de los pueblos originarios usen celular, auto, que vayan a la universidad. Pareciera que para ser Selk’nam hay que cumplir con ciertos prototipos: el prototipo del racismo.

Entendemos que estos procesos son lentos y confiamos que de a poco iremos avanzando como sociedad. Vamos de menos a más, paulatinamente avanzando. Y como comunidad Selk’nam estamos a la disposición para estar presentes cuando se nos solicite.

¿Cómo cree usted que debemos educar en cuanto al conocimiento de los pueblos indígenas del sur austral de Chile?

Las mallas curriculares tienen que abrir sus carteras al diálogo e incluirnos en sus programas. Yo crecí en Valdivia y me tocó la discriminación de ser indígena. En la básica tuve en alguna ocasión el gran dolor de tener que hacer una carpeta de los pueblos fueguinos, donde había que poner fotos de cosas de museo donde trataban a mi pueblo de prehistórico, palelolítico y extinto. Eso nos ha pasado a todos los pueblos fueguinos; vivir la negación absoluta a aceptar la realidad de cómo somos hoy en día. Mis hijos también lo vivieron, aunque más suavizado. Hoy ya no es un secreto, nuestros jóvenes de la comunidad no tienen miedo a decir que son Selk’nam. La gran alegría es que las próximas generaciones no tendrán que pasar por eso.

¿Qué se viene para adelante para la comunidad Selk’nam?

Esto es un libro en blanco sobre el que tenemos que ponernos en sintonía y de acuerdo, tanto en la base legal, en lo ejecutivo y en cómo vamos a entender la historia. ¿Escribiremos la historia de una manera diferente, cordial y con respeto para poder avanzar en un futuro más alentador para nuestro pueblo? Ese futuro lo estamos trabajando desde el 2015 con procesos internos propios, culturales. Falta fortalecer lo espiritual, lo lingüístico, la artesanía, porque todo eso no aparece con una ley. En esa línea, estamos desarrollando muchos programas con Fundación Hach Saye, como las actividades educativas que hacemos en Tierra del Fuego. Han sido muchos años de espera, pero ahora, como comunidad Covadonga Ona, tenemos una alegría y una dosis extra de fuerza para seguir avanzando. Todavía estamos digiriendo esta noticia, pero cuando se promulgue la ley, empezaremos a reaccionar.

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