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La fiesta de las imágenes en los Andes. Arte mural en la pirámide Huaca de la Luna, cultura Moche, costa centro norte del Perú. Reproducción gráfica del original. Ilustración, Álvaro Arteaga.

Fijando relatos en América Precolombina: más allá de los libros

“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero para mí, un pajarito me dijo que estamos hechos de historias”. Esta cita de Eduardo Galeano resume asertivamente cómo los pueblos americanos comprenden su conexión con el mundo a través de los relatos.

Las historias transmitidas oralmente son esenciales para forjar narraciones que perduren a través de generaciones. Pero las sociedades han encontrado variadas formas de preservar sus memoria y relatos en objetos y piezas de arte, verdaderos guardianes de relatos que son capaces de transmitir un profundo mensaje a quienes saben y se interesan en descifrarlos. Entre los dispositivos más conocidos, por cierto, están los libros. Sin embargo, no son ni fueron los únicos. En América, existieron muchas otras formas de fijar los relatos.

En el Día del Libro queremos explorar modos alternativos en que los pueblos indígenas usaron y usan aún algunos objetos para narrar sus historias.

Adivinación, calendarios y poder en los códices

Posiblemente lo más parecido a un libro que existe en el mundo prehispánico son los llamados códices mesoamericanos. Estos eran pliegos elaborados en distintos materiales, como piel de venado, o papel amate (un tipo de papel elaborado con fibra vegetal cocida y golpeada con palos hasta dejarla como una lámina delgada y fibrosa). 

Estos pliegos eran doblados en zig-zag, o como un acordeón, y se cubrían con una delgadísima capa de cal, para luego pintar finamente sobre ellos. Existen dos tradiciones principales: los códices maya, que poseían una forma rectangular (actualmente sólo se conservan cuatro); y los códices de México, cuyo formato era cuadrado, como los de Oaxaca, de tradición Mixteca (cinco códices), y del centro de México (5 códices del Grupo Borgia y 3 códices Mexicas).

Los códices mesoamericanos normalmente planteaban datos adivinatorios vinculados a los calendarios y las cuentas de los días, junto con relatos históricos de linajes gobernantes y eventos mitológicos. En las culturas mesoamericanas este registro era fundamental para la vida política y religiosa. 

En general, la escritura mesoamericana corresponde a un tipo de registro muy variado y complejo, que, más que leerse de forma literal, debe interpretarse. Esto nos demuestra que las culturas desarrollaron escrituras mucho más variadas, ricas y complejas, que el tipo de escritura que hoy conocemos, en donde cada letra corresponde a un sonido.

La escritura tal como la conocemos –con palabras y signos– sólo se da con claridad en los códices mayas, quienes desarrollaron un sistema de escritura muy complejo y preciso. Aún así, esta escritura tiene múltiples niveles de interpretación, porque los signos podían hacer referencias a sonidos, palabras e ideas complejas, o simplemente sílabas. Todo esto hace muy difícil una lectura literal que además debe considerar siempre el contexto del escrito y los dibujos que lo acompañan.

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Fragmento del Códice Tro-Cortesiano o Códice Madrid. Recuperado de http://www.famsi.org/spanish/research/graz/madrid/thumbs_0.html

En otros códices prehispánicos, especialmente en los de la tradición de México Central y Oaxaca, el registro se realizaba a partir de una secuencia de dibujos que debía “leerse” como quien ve los dibujos de un cómic, siguiendo una historia a partir de las señas de las imágenes y la memoria que existía sobre el relato.

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En ambas tradiciones, toda la narración ilustrada estaba mezclada con datos numerales y de calendario, los que eran fundamentales para la vida ritual del mundo mesoamericano.

Pero con la llegada de los conquistadores europeos, muchos códices fueron quemados por considerarse herejes, provocando la pérdida de un enorme acervo intelectual de la cosmovisión indígena mesoamericana. No obstante, la práctica de escribir en códices se mantuvo, mezclada con la tradición de la escritura de las crónicas españolas, generando una nueva forma de narrar: los códices con escritura española ilustrados con imágenes indígenas (como el códice Mendoza, uno de los más conocidos y completos de este periodo).

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Fragmento del Códice Mendoza

Escribir sobre un vaso

En la tradición maya prehispánica, la escritura alcanzó una complejidad muy alta. Las élites mayas tenían una necesidad de generar registros de los distintos eventos que les importaban: los linajes, las cuentas del tiempo, los relatos de guerras, etc. Esta información la escribían en códices, monumentos, esculturas y también en sus objetos cotidianos.

Así, los vasos de cerámica maya también fueron usados como elemento para narrar historias. A estos vasos cilíndricos con glifos y dibujos y que servían para beber chocolate, se les llama “vasos estilo códices”. Los escritos de estos vasos son, muchas veces, textos simples, o pequeños guiños a relatos más complejos. Los dibujos generalmente complementan los textos, generando una historia que es ilustrada a la vez que escrita. 

Otras veces estos textos escritos de glifos nos hablan del elemento al cual el vaso está consagrado: por ejemplo, simplemente dicen “vaso de cacao”. Esta afirmación que nos habla de algo tan simple y cotidiano, no lo es en absoluto, dado que el cacao era un bien de prestigio en la cultura maya, y beber el cacao era un acto asociado a las élites. Por eso nombrar el vaso asociándolo a esta acción era un signo de gran importancia.

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Vaso maya polícromo con códice, presente en el Museo Chileno de Arte Precolombino.

Las fibras y el textil andino como soporte de narraciones 

En las distintas sociedades andinas, desde hace miles de años, el textil ha ocupado un espacio privilegiado como soporte de historias y narraciones. Desde este punto de vista, las telas y todo arte textil andino no sólo es un medio para abrigarse, mostrar identidad o estatus, sino que también son espacios privilegiados para contener discursos políticos, religiosos, narraciones y memoria.

Muchas telas andinas presentan imágenes, algunas muy abstractas para nosotros, otras más naturalistas, pero todas nos permiten intuir que hay relatos e historias que es necesario interpretar para poder comprender su verdadero significado. Gracias a las investigaciones recientes, sabemos de dos ejemplos donde los textiles también representan códigos visuales que podríamos considerar como una especie de lenguaje escrito, y no tan solo un texto de imágenes a interpretar.

Un ejemplo de lo anterior son los tocapus. Los tocapus son un tipo de diseño que se utilizaba en la textilería de las elites incaicas. Este consistía en motivos cuadrados y geométricos que conforman patrones complejos, tejidos generalmente en las cinturas de las camisas (unkus). Los textiles más finos (textiles cumbi) eran los que portaban este diseño, dejando en claro que la existencia del Tocapu era un elemento distintivo de las élites del imperio.

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Fragmento de tokapu en Sala Textil del Museo Chileno de Arte Precolombino

En la actualidad hay un debate aún no resuelto sobre la posibilidad de que el diseño de los Tocapu pueda transmitir información como un tipo de escritura. Algunos plantean que los diseños corresponden a un sistema de heráldica de los linajes incaicos, mientras otros autores han planteado que constituían un alfabeto del Runa Simi (la lengua común del imperio incaico). Ninguna de estas hipótesis ha podido comprobarse del todo, pero sea cual sea la forma en que se debían “leer” estos diseños, no cabe duda de que los complejos diseños geométricos de los Tocapus incaicos corresponden a una forma de comunicación visual que hablaban sobre estatus, linajes e identidad dentro de la cultura inkaica.

Los diseños recurrentes y, muchas veces ordenados con una secuencia que se repite y parece tener un ritmo visual generando diseños mayores, nos permite pensar en estos elementos como partes de un código que debe “leerse” para comprender bien su rol en la sociedad incaica. Sabemos que estos diseños no son sólo textiles, sino también en otros soportes vinculados con las alianzas de los inkas con otras comunidades, como los Vasos Kero, con los cuales se brindaba para cerrar importantes contratos sociales. Siempre el Tocapu era un elemento de alto valor simbólico y social, vinculandose con la realeza en los distintos contextos en que este elemento aparecía.

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Vasos Kero con diseños de Tocapu. Donación Santa Cruz Yaconi 1802. Pieza MCHAP 2323

Quipus para contar historias

Los Quipu son posiblemente unos de los instrumentos más interesantes, estudiados y a la vez enigmáticos de los inkas. A simple vista parecen ser un elemento sencillo: cuerdas anudadas que se entrelazan entre colores de fibras, y nudos. Pero en la realidad, los Quipu son una cosa muchísimo más compleja, y que nos permite cuestionarnos nuestras formas de entender el registro de las narraciones, la literatura, la matemática y las cuentas.

Generalmente se ha sabido que los quipu funcionaban como un sistema para llevar cuentas matemáticas y un registro detallado de cantidades, para lo cual se usaba un sistema decimal haciendo nudos en distintos sectores de las cuerdas que conformaban al Quipu.

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Nudos presentes en un quipu y la posición decimal

Pero en la actualidad se ha descubierto que existen otros tipos de quipu que son mucho más complejos, y que podrían estar registrando datos de historias. A estos Quipu se les llama Quipus Narrativos.

El Quipu narrativo se caracteriza por estar compuesto de cuerdas (una principal y otras que se descuelgan de esta), pero se interpretan de manera distinta al quipu numérico. La codificación de los mensajes en un Quipu es abstracta, y, como en todo sistema de registro, para los estudiosos fue necesario aprender las convenciones que lo definían.

Algunos autores, como el cronista Montesinos, a mediados del siglo XVII, señaló que el Quipu comenzó a ser usado para narrar historias luego de que el mismo Inka prohibiera el uso de las Quillcas, que parecían ser un sistema de símbolos y escenas que acompañaban los signos y que se inscribían en tablas de madera o en algún otro soporte, dejando un registro “escrito” de las historias sagradas de los inkas. 

Siendo el Quipu un código mucho más críptico, el dejar el registro en estas cuerdas con nudos permitía guardar y proteger mejor las narraciones. No obstante, otros autores piensan que el Quipu siempre fue un sistema de registro narrativo, puesto que Guaman Poma de Ayala, en su Corónica del Buen Gobierno ilustra a mensajeros llevando “cartas”, que son quipus que se ven claramente dibujados en las manos.

Y no sólo habrían servido para narrar hechos: El mismo Guamán Poma muestra en su texto la imagen de un astrólogo / poeta, señalando que dejaban registro de los movimientos de los astros.

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Guaman Poma – Astrólogo Poeta. En el texto se lee: ASTRÓLOGO, PVETA Q[VE] SAVE del r[r]uedo del sol y de la luna y [e]clip[se] y de estrellas y cometas ora, domingo y mes y año y de los quatro uientos del mundo para senbrar la comida desde antigua.

De las llamadas Quillcas se conoce poco, y hasta la actualidad parecen no haber sobrevivido ningún ejemplar, pero los Quipu parecen ocupar todo el abanico de posibilidades de registro, cuando el Inca Garcilaso de la Vega nos recuerda hacia 1609: “Como si los nudos fueran letras eligieron (los inkas) historiadores y contadores (que llamaron quipucamayo, que es “el que tiene a cargo de los nudos”), para que por ellos y por los hilos y por los colores de los hilos y con el favor de los cuentos y de la poesía escribiesen y retuviesen la tradición de sus hechos”.

Garsilaso de la Vega cierra este fragmento de su crónica sosteniendo que “esta fue la manera de escribir que los Inkas tuvieron en su república”.

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Guaman Poma – Regidores con Quipu

A pesar de todas estas investigaciones y hallazgos, la discusiòn sigue abierta. Ya sea si estos instrumentos servían o no para hacer un registro fidedigno de narraciones a partir de códigos, o si sólo funcionaban a partir de símbolos aislados como elementos mnemotécnicos, gatilladores de la memoria, sí podemos afirmar que los pueblos de América gozaron de una inemnsa y extensa diversidad de formas de narrar que enriquecieron sus relatos gracias al uso de diversos soportes. 

Para saber más:

Eeckhout P. y Danis N. 2004. Los tocapus reales en Guamán Poma: ¿una heráldica incaica?. En https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/boletindearqueologia/article/view/2020/1953

MCHAP, 2018, La Fiesta de las Imágenes en Los Andes.

Urton G. 2003 Contar Anudando en el Imperio Inka

Setlak, M., V. Mocovich, S Hyland y L Milillo, 2020. Quipus y Quipucamayoc. Codificación y Administración en el Antiguo Perú.

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