La historia de las flautas de Chile Central comienza hace unos 2000 años en la costa sur de Perú, cuando los músicos y artesanos de la cultura Parakas inventaron el “tubo complejo”. Este tubo se caracteriza por presentar dos o tres diámetros internos, lo que produce el sonido “rajado”, una sonoridad multifónica, disonante y vibrada que domina la estética musical de las flautas andinas. Esta modalidad de tubo comenzó un “viaje” en el tiempo, el espacio y las culturas, cuyos jalones se encuentran en Nasca, Tiwanaku, San Pedro de Atacama, Diaguita, Aconcagua y la Araucanía.
Esta flauta y su peculiar sonido sobreviven hasta la actualidad en los bailes chinos de campesinos, pescadores y mineros que viven entre Copiapó y Aconcagua. Son cofradías de danzantes-flauteros que expresan su fe a través del baile y la música en rituales comunitarios que funden las creencias indígenas prehispánicas con la religión católica.