Osvaldo Guineo es tejedor williche. Nació y creció en Cailín, Chiloé. Sin embargo, no vio en sus cercanos practicar el oficio tradicional del textil chilote-williche. Como tantos otras prácticas de la tradición de antiguos artesanos, los tiempos acelerados del ritmo contemporáneo fueron poco a poco dejando en el olvido la práctica del textil en qelgwo entre sus familiares.
Fue así como de forma autodidacta y también mirando a su abuela, Guineo comenzó su propio recorrido para levantar un oficio que parecía destinado a una bella historia del pasado. Comenzó a investigar y a tejer. La gente que aún mantiene en este arte son, en su mayoría, mujeres mayores. Es un oficio que se encuentra en desaparición, y a ello se le suma que lamentablemente existen muy pocos espacios para difundir. Por eso, Osvaldo Guineo se ha ocupado de realizar instancias de divulgación que lleguen a territorios y generaciones diversas, como talleres presenciales y exposiciones, en donde las personas pueden palpar y entender el proceso.
Con los años se acercó a sabios chilotes que manejaban ciertas técnicas para comenzar a recuperar y difundir. “Me cuestione si como persona del género masculino me correspondía hacer este trabajo asociado a las mujeres. Con el tiempo, llegué a la conclusión de que ambos tenemos las mismas capacidades para realizar el tejido”, cuenta. Guineo considera su trabajo como un coro multivocal de saberes y de personas. “Esto no me pertenece, solo me he dedicado a recuperar y difundir”, señala.
Tejer al ritmo de la estación
Una vez que ya manejó la técnica de hilar, teñir y tejer, Osvaldo Guineo comenzó a innovar en la aplicación de colores, culminando con una paleta de su propia autoría. Para ello se dedicó a observar el clima, el ciclo lunar y las temporadas anuales. Esa fue su inspiración. “Nunca bosquejé ni predispuse aplicar ciertos tonos al tejer, ya que es imposible replicar los colores o grosor de hilado. Para mí todo fue nuevo en cuanto a crear la pieza”, cuenta respecto a los modos de enfrentar su producción.
Uno de los resultados de esta investigación de vida, identidad y creación fue la exposición El poncho insular y sus estaciones de color, en donde Osvaldo Guineo creó y expuso cuatro ponchos que representan cada una de las estaciones del ciclo anual. “Desde mi quelgwo nacieron cuatro ponchos que dialogan con cada estación del año: un poncho de invierno, uno de otoño, otro de primavera y el de verano. El poncho es una pieza tradicional de abrigo usan hombres y mujeres en distintas etapas de su vida. Quise tomarla y construir un lenguaje textil desde mi propia creatividad y búsqueda”. En este juego de tramas y urdimbres genealógicas, el tejedor obtuvo los colores de recursos naturales, los cuales mutaban según la estación, ofreciendo ponchos que dan cuenta de dimensiones paños, uniones y terminaciones diversas; un mensaje gestado al ritmo propio de cada estación.
Y es que según Guineo, la presencia de la naturaleza en muchos motivos de los textiles, configuró, para los antiguos, una especie de firma autoral de la pieza asociada al paisaje del territorio que habitaban.
Hoy, este joven textilero es un referente fundamental en el trabajo con el qelgwo –el telar williche– y los tipos de tejido existentes en Chiloé. “Soy de las ultimas personas que trabaja el qelgwo en Chiloé. Y es que hacer un poncho te toma un mes completo trabajando todos los días”, cuenta Osvaldo Guineo, preocupado por la escasa presencia de otros textileros jóvenes que se interesen en continuar con esta técnica de finas piezas textiles que son únicas de esta isla.
Comprendiendo el qelgwo chilote
A diferencia del telar mapuche, también llamado witral, el telar qelgwo es propio del archipiélago de Chiloé. Con el tiempo y la migración de las personas, este se extendió a varias zonas del continente. El qelgwo va el suelo, anclado a vigas de grandes dimensiones y a diferencia del witral, en el qelgwo se teje de rodillas.
Existen más de tipos de 25 puntos textiles diferentes, algunos netamente indígenas –como el caso del poncho chilote– mientras que otros que dan cuenta de influencias españolas y sincretismos religiosos –como el punto cruz-. Y es que dentro del textil chilote existe un fuerte mestizaje del mundo mapuche-europeo. De hecho, sostiene Guineo, varias telas que se generaban en este espacio provienen de “réplicas” de telas exportadas. Una vez que se entiende el cómo contar hilos, se hace fácil copiar diseños que tienen un juego de urdimbre y trama, cuenta el tejedor.
El poncho insular y sus estaciones de color salió de la isla Cailín, archipiélago de Chiloé, transformándose no solo el testimonio de un tejido que es parte del universo tradicional del sur de Chile, sino que en un sólido compañero del cuerpo tutelar y del movimiento que sigue atrayendo nuevas miradas.
Te invitamos a visitar la exposición que estará vigente hasta el 24 de febrero en la Corporación Cultural de Puerto Montt.