Fotografías: © Museo Chileno de Arte Precolombino. Fotografía: Nicolás Aguayo.
Traducciones: Cristian Vargas Paillahueque.
El arte cerámico o alfarería es una manifestación de gran valor sociocultural en el mundo mapuche, y su tradición, que se puede rastrear hasta casi 2000 años atrás, se ha resguardado gracias al preponderante rol de las mujeres que transfieren este conocimiento dentro y fuera de sus comunidades. Así lo manifestaron las maestras alfareras (widüfe) Gloria Huenchuleo y Celinda Huaiquil, quienes viajaron desde Cholchol y Lumaco, respectivamente, para participar del proyecto Catálogo Razonado en el Museo Chileno de Arte Precolombino.
Durante el encuentro compartieron historias y saberes en torno al oficio de la alfarería mapuche, destacando relatos que atraviesan sus memorias familiares y de la comunidad que habitan. Ellas accedieron a una veintena de piezas de la colección mapuche en exhibición, entablando un enriquecedor diálogo con el equipo del Museo que permitió conocer a fondo esta colección, en la dimensión técnica y simbólica, e incorporar sus orientaciones para la correcta custodia.
En este diálogo surgieron, también, reflexiones en torno a la agencia de estos objetos como facilitadores del ciclo del agua y como exponentes de las diversas especies que habitan los ecosistemas acuáticos del territorio del sur. Asi como también, la importancia del rol femenino en la creación de un objeto –la vasija– cuya funcionalidad radica en ser portador del elemento fundacional para generar vida: el agua y su flujo constante.
Uno de los usos que se le daba a las vasijas era lo que actualmente son los refrigeradores, explica Celinda Huaiquil: “La abuela decía que la challa se guardaba en las ollas. Otras conservaban los chicharrones, lo mantenía fresquito. Ese era el refrigerador que teníamos”, cuenta. Gloria Huenchuleo aprendió de su madre a hacer cántaros con diversas formas y distintos usos: de dos hojitas, ollas, metawe, meñkuwe, floreros, platitos. “Antiguamente, las mujeres eran dueñas del agua y dueñas del quehacer de la greda”, explica. Para ella, la relación entre los cántaros, la femeneidad y el agua es fundacional. Tanto así, que muchas formas que adquieren las vasijas representan a seres que viven en el agua, como anfibios y patos. Por ejemplo, el cántaro Ketru Metawe, muy relevante en la cerámica mapuche, tiene justamente la forma de un pato quetro. Este cántaro se usa para verter distintos tipos de líquidos y también muday, en instancias ceremoniales. Ketru en mapudungun significa “que le falta algo”, Como los pato ketru (quetro) no tienen alitas, se le llama asì”, explica Huenchuleo
Pero así como para Celinda Huaiquil la alfarería forma parte de su herencia y linaje familiar, otras cultoras han tenido que salir fuera de sus hogares y territorios para reconectar con este oficio.
Es el caso de la widüfe Gloria Huenchueo. “Yo no tuve un conocimiento directo, pero en las casas y rucas de nuestros familiares siempre vi objetos de greda. Ahí pensaba, ¿cómo lo habrán hecho? Eso me llevó a modelar la greda, fue mi motivación”, sostiene ella, quien estudió Artes Plásticas con mención en Cerámica en la Universidad de La Serena.
Ahí en el Norte Grande tuvo la oportunidad de trabajar con mentores que le enseñaron a secar la greda en el cerro, a preparar engobes y realizar los moldes con influencias y motivos indígenas propios de la zona, como la cerámica diaguita.
Por eso, cuando regresó a su casa en el sur, en Temuco, tuvo un encuentro que la marcó. La lamngen Dominga Neculmán, –gran referente widüfe y quien fuera declarada por UNESCO como Tesoro Humano Vivo– le enseñó la forma tradicional de la alfarería mapuche. “Ella compartió muy amablemente conmigo su conocimiento, fue mi inspiración de volver acá y empezar a trabajar estas vasijas con la técnica antigua”, sostiene Huenchuelo. Conoció el oficio desde otra perspectiva y pudo trabajar la cerámica con la técnica tradicional mapuche: con lulos para levantar una vasija, con la preparación del üko (greda). Volver al sur le mostró que este oficio está relacionado expresamente con su territorio: la greda no se trabaja en invierno porque requiere que la leña esté seca. También comenzó a buscar la greda, la materia prima, al monte, pero en ciertos momentos específicos, por ejemplo, debía recogerla con luna menguante y no creciente. Las lamngen le explicaron que era muy importante hacer una pequeña rogativa, dar un pago y pedir permiso a la Rag Kushe, que es la dueña de la greda, porque la greda es celosa y para ellas, todo tiene un costo y un valor. Solo así se aseguraban de volver bien al hogar.
Celinda describe así el proceso de la rogativa al “ngen rag” (“dueño” o ente tutelar de la greda) “Hacemos ngillatun (rogativa), dejamos harina tostada, tüfa ta küpalün, [esto es lo que traje] le decimos mürketuaymi, kofketuaymi, kakotuaymi, iayami, küme tripayay tañi küdaw, ka mapu küpan, fachiantü chelayan, iñche ta ragche, pikey ta nütramkan tüfey mu, tüfeychi chem, chew müley rag,
Traducción: “Hacemos rogativa, dejamos la harina tostada, “esto es lo que traje”, le decimos [al “ngen rag], “come harina tostada, come pan, come trigo, comerás”, y así saldrá bien mi trabajo, “de otra tierra provengo, no ando con soberbia, yo soy gente de greda”, eso es lo que dice en la conversación al hacer rogativa, donde hay greda.” porque todo tiene dueño [ngen], todo tiene dueño, aunque un árbol siquiera, un árbol nativo, está ahí está el dueño, ahí se le pido permiso, entonces así no mas, no se saca ninguna cosa Rag Kushe, Rag Fücha, Wenu mapu chaw, wenu mapu ñuke müleymi eymi, yepafen küdawal, pikey ta pu domo, kiñe pütremtukey, (…) y ahí para el resto se le deja ahí Anciana de la greda, Anciano de la greda, Padre del cielo, madre del cielo, que ahí estás, llévame para trabajar, dicen las mujeres, algunas aspergean humo con cigarro (…) y ahí para el resto, se le deja ahí [la ofrenda].
Forma y territorio
Una de las distinciones de la cerámica mapuche con otros estilos cerámicos de más al norte es el uso de la greda natural por sobre la preparada, y las formas específicas que adquiere. “La inspiración siempre ha sido la naturaleza. Y la cerámica y los cántaros mapuche tiene que ver mucho en el cuidado del agua”, explica Gloria Huenchuleo. De hecho, como los sapos y ranas se consideran protectores del agua, muchas vasijas adquieren la forma de estos anfibios. “Las lamngen antiguas modelaban la greda con lo que observaron, por ejemplo, los pacarwa, las ranas. Ellas identificaron la relación de estos anfibios con el agua.
Gloria Huenchuleo también incorpora estos motivos que guardan relación con el territorio lacustres que habita. Así, por ejemplo, sus vasijas representan rostros y formas de pakarwa metawe, que tienen cara de sapo, o vasijas cuyo contorno englobado se asemeja a la piel con protuberancias de la rana chilena, que está en peligro de extinción. “Las ranas son cuidadoras del agua, siempre se miró como que limpiaban el agua. Cuando uno era chico, allá en Coihe, en Huachicon, donde vivía la abuelita, había un pozo, entonces cuando sacaban el agua y venía una rana en el balde, nos decían que no le hagamos nada, porque ella cuida el agua. Era como un ngen, entonces la volvían a tirar al pozo”.
Hacer correr las aguas
Asi como la cultura Mapuche percibe que ciertas especies son protectoras y favorecen el ciclo del agua, también los objetos cerámicos cumplen una función en este flujo permanente. Estas conversaciones que se desprenden de las piezas cerámicas dan cuenta de que para los Mapuche existe una intrínseca y sagrada relación entre el agua y las vasijas. En tiempos de crisis ambiental y largos períodos de sequía, dialogar en torno a estas piezas cobra una relevancia acaso mayor, ya que actualiza y resignifica su función con el ciclo del agua para mantener el equilibrio perdido. “En épocas donde las comunidades no han tenido agua o cuando hay muchos incendios, las lamngen nos piden que salgamos con un metawe a hacer ngillatu (rogativa) afuera de nuestras casas”, sostiene la widüfe Gloria Huenchuelo quien ha presenciado, también, como los incendios y la sequía sostenida afectan la materia prima, los sustratos para encontrar la greda.
“El widun es una tradición que se perdió por mucho tiempo, había muy pocas widüfe que lo practicaban. Recuperar este arte y entregarlo a las nuevas generaciones, que los niños empiecen a hacer figuritas de barro, es para mí una forma de resistir a ese olvido. La greda ha sido para mí un símbolo de resistencia.” cuenta Gloria Huenchuleo.
Te invitamos a seguir interiorizando en este widün, práctica viva que resiste el peso del tiempo conociendo la viva relación entre los oficios, el territorio y las sabidurías que lo intersectan, a través del proyecto Catálogo Razonado y las maravillosas piezas cerámicas que cuida y que puedes visitar en el Museo Chileno de Arte Precolombino.