Este conjunto de instrumentos de viento de la cultura Cuasmal de la sierra norte del Ecuador son ocarinas o flautas globulares que reproducen la forma de un caracol terrestre, llamado churo en quechua. En estos instrumentos, la cinta de aire que produce el sonido que resuena al interior de las piezas es generada por el ejecutante con sus labios. Estos caracoles fueron y aún hoy en día son en los Andes un importante recurso alimenticio y objeto simbólico fundamental en los ritos propiciatorios de lluvias y fertilidad. Seguramente se le consideraba un valioso bien de intercambio entre las regiones de la sierra y la costa ecuatoriana.

En estos caracoles se han modelado personajes que tocan una flauta de pan o siku, quienes además, llevan en sus espaldas tres cordones pendientes de sus cuellos que rematan en posibles cascabeles o sonajas. En las actuales festividades tradicionales ecuatorianas es común que este tipo de sonajas sean parte de la vestimenta de los músicos danzantes.

La flauta que estos personajes músicos parecen ejecutar, es un instrumento de viento hecho con hileras de cañas que se constituye de modo dual, es decir, cada instrumento consta de dos partes separadas, llamada ira, el macho y arca, la hembra. Ambas partes son ejecutadas por dos personas que se complementan y entretejen sus notas para formar una melodía pareada. A su vez, este instrumento se toca en tropas o bandas donde varios pares de sikus van armando una gran atmósfera sonora. Estos instrumentos son importantes en las festividades del ciclo agrícola de los pueblos andinos. Su estética y composición dual son la metáfora de cómo se articula la sociedad andina, mediante la mediación de opuestos y la complementariedad en una sola entidad, pues sin uno no existe el otro, tal como el macho y la hembra, la luz y la oscuridad, la mano izquierda y la mano derecha, etc.

Es muy sugerente pensar que las identidades probablemente asociadas al rito y la fertilidad en la cultura Cuasmal, se ven reflejadas en estos tres caracoles marinos-músicos que unen el agua, la ofrenda y el sonido y como estos componentes se articulan en el tejido social de esta comunidad.